A lo largo de la historia y por todo el mundo, las personas sordas han desarrollado de forma natural las lenguas de signos. Ello ha dado lugar a la emergencia de unos valores culturales y lingüísticos fraguados en torno a la lengua de signos de cada país o comunidad.
En España, la lengua de signos ha sido durante muchos años un idioma proscrito. Prohibido en las aulas, la práctica totalidad de las personas sordas se han educado a través de idiomas orales y han adquirido muy tarde la LSE, situación que ha afectado a su desarrollo personal y su participación social. El Consejo de Europa, el 1 de abril de 2003, instó a sus estados miembros al reconocimiento oficial de las lenguas de signos como principal vía de integración social para el colectivo europeo de personas sordas. Actualmente Finlandia, Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Irlanda del Norte, Alemania y Portugal han reconocido sus lenguas de signos. En España, en 2007 se aprobó la Ley 27/2007, de 23 de octubre, por la que se reconocen las lenguas de signos españolas y se regulan los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas.
En el año 2010 se constituyó El Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española (CNLSE) cuya misión es trabajar por la normalización de la lengua de signos española, actuando como un espacio de referencia y difusión que vele por su buen uso y contribuya a garantizar los derechos lingüísticos de las personas usuarias de esta lengua, e impulse acciones de investigación.